viernes, 3 de julio de 2015

La educación de la mujer azteca.

Las mujeres aztecas más humildes nunca superaban la altura de 1,45, lo que les daba una falsa apariencia de fragilidad.En la sociedad azteca la mujer se tenía que mover dentro de un ámbito machista y militarizado. Su destino siempre estuvo signado por el cumplimiento de preceptos morales y obligaciones cotidianas.Las mujeres se encontraban sustraídas de todas las actividades que tuvieran relación con el poder y el prestigio. Tenían que atender a sus esposos y a sus hijos más todas las labores hogareñas.
Culturalmente se encontraban descalificadas, debían guardar silencio ante la presencia del hombre y obedecer sumisamente cada uno de los deseos y ordenes.
Por otro lado fueron un pilar para la unidad familiar, el trabajo y el culto.
Jornada laboral
Las mujeres cumplían con diferentes tareas que incluían ocupaciones hogareñas, deberes conyugales, participaron las celebraciones religiosas y en la agricultura. Las tareas domesticas incluían los aspectos de la higiene del hogar.

Cuidaban a sus hijos y les daba el pecho durante los dos primeros años de vida. Luego la educación pasaba a manos de su padre o la madre según se tratase de niños o niñas.
Las mujeres también se encargaban de la confección de los vestidos que usarían toda la familia y de enseñarles esas labores a sus hijas.
En los templos, las mujeres aztecas realizaban los mismos trabajos que en su casa. Por ejemplo, barrían y cocinaban.
Las mujeres aztecas participaban en la agricultura, tenían a su cargo el cuidado del huerto familiar y recolectaban leña.
Rutina hogareña
Entre las tareas reservadas a las mujeres estaba la prepararon de comidas y bebidas para la familia, lo cual eran preparados desde niñas en la educación formal.
Parte de este aprendizaje lo recibían en los templos, lugar donde cocinaban para los dioses y para los sacerdotes.
 
Modelo de virtudes
Sea cual fuere su origen social, la mujer debía guardar normas de conducta que estaban estrictamente reglamentadas. No podía reírse delante de un hombre que no fuera su esposo. Se esperaba de ella una actitud servicial continuamente. Además debía tener una actitud recatada. Debía ser honesta y hábil en las diversas labores hogareñas.
El peinado que lucia debía ser funcional a las actividades que debía cumplir. Estaba difundido el uso de dos o tres trenzas.
Vestimenta. Por lo general, la mujer azteca vestía enagua y huipil, una falda larga y larga blusa sin mangas.
La sexualidad
Los aztecas tenían como correctas a dos tipos de relaciones: las matrimoniales y las que mantenían sus guerreros antes de las batallas, si eran solteros con sacerdotisas especialmente elegidas bajo la protección de la diosa Xochiquetzal.

Las actividades de las progenitoras en la época prehispánica se circunscribían a las artes culinarias, la educación de los hijos, las labores manuales y la reproducción biológica. Se encargaban de todo el proceso de aculturación. (INAH) Redacción10/05/2014 M México Milenio.com 
En la sociedad mexica la posición de las mujeres era secundaria, ya que no estaban integradas a las actividades bélicas mediante las cuales se conseguía el prestigio, el poder y el reconocimiento social. "Había un reconocimiento de la madre como legitimadora de los linajes gobernantes mediante la procreación, pero no una valoración igualitaria de las actividades que llevaban a cabo mujeres y hombres", explica la antropóloga María J. Rodríguez-Shadow, autora de libros como La mujer azteca y Las mujeres mayas de antaño.

Las evidencias arqueológicas y documentales revelan la abundancia de representaciones que se hacían de las madres en la época prehispánica, tanto en pictografías de códices y en figuras de arcilla, como un reconocimiento a su capacidad reproductiva. Sin embargo, en el contexto de sociedades bélicas como la mexica, las mujeres tenían un papel subordinado: eran los varones los que, educados para ser guerreros, gozaban de mayor prestigio, como lo demuestra su veneración a la deidad de Huitzilopochtli.
Rodríguez-Shadow, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), dice que en la cultura mexica su mayor interés era la expansión del territorio mediante invasiones y, por ello, los niños eran educados para ser guerreros.
Las actividades de las madres en la época prehispánica se circunscribían a las artes culinarias, la educación de los hijos, las labores manuales y, por supuesto, la reproducción biológica, de tal manera que las mujeres infértiles eran vilipendiadas, porque las sociedades agrícolas y guerreras necesitan fuerza de trabajo para ampliar el pago de tributos al tlatoani y tener un ejército numeroso para extender el territorio del imperio.
Lo ideal eran las familias numerosas y, por supuesto, había predilección por que nacieran varones, quienes representaban la continuidad del linaje en el poder, o porque iban a ser guerreros que ayudarían al crecimiento del imperio.
Las madres se encargaban de enseñar a los vástagos a conducirse de acuerdo con su género y su clase social. A las niñas se les aconsejaba que no miraran directamente a los ojos y mantener la vista recogida. La formación educativa era parte de esa labor ineludible que tenían las féminas tomando en cuenta la división genérica del trabajo.
"A las mujeres se les enseñaba la sumisión que debían mostrar y el rol que debían adoptar, su lugar en la producción, el respeto a las normas morales, a los privilegios clasistas, el reconocimiento de la superioridad masculina, de la
autoridad marital, de la brutalidad militar y, en general, la aceptación del orden establecido", señala la autora en el libro La mujer azteca.
Las mujeres, según la clase social a la que pertenecían, ejercían diferentes funciones: las tributarias eras explotadas como trabajadoras domésticas al servicio del grupo en el poder y también como reproductoras para el mantenimiento de la fuerza de trabajo. Las nobles estaban destinadas fundamentalmente a la función procreativa, sin que por ello pudieran descuidar las actividades domésticas
y las labores textiles.
Su relativo aislamiento y la carencia de una educación profesional semejante a la de los varones, limitaron su acceso a la autoridad y al poder. Las mujeres no ocupaban cargos políticos, solo ocurrió con algunas de origen maya y de manera esporádica, pero nunca entre las mexicas, ni de ningún otro grupo étnico.
Entre el material arqueológico vinculado con la maternidad, hay diversas representaciones de madres o esposas del gobernante supremo realizadas por la élite, mientras que la producción de los grupos tributarios era más sencilla, básicamente de arcilla y de formato pequeño.
"En la zona arqueológica de Xochitécatl, en Tlaxcala, se han encontrado varias figuras relacionadas con la maternidad que tienen como característica pequeños cuadros en el vientre, que posiblemente se refieren a complicaciones en el parto. Puede manejarse esa hipótesis porque se ve el bebé en su interior".
Rodríguez-Shadow agrega que la muerte materna es un tema muy interesante para analizar, porque las mujeres que morían en el parto eran consideradas guerreras y, por tanto, deificadas. Todas las sociedades de Mesoamérica tenían una deidad relacionada con el alumbramiento, ya que la reproducción de la sociedad, de la especie humana, se fundamenta en la fertilidad de las mujeres y de la tierra.
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Nota de Toltecáyotl:
Se observa en la “especialista” la ignorancia colonizada de lo “propio-nuestro”. El concepto de La Madre en la Civilización del Anáhuac era inconmensurable, en pocas palabras “la mitad del mundo y la vida”. De la “Dualidad Divina” se desprende Ometecihuatl (de los dos la mujer), es decir, que “Aquél por quien se vive, el invisible, impalpable e innombrable, que está aquí y en todas partes al mismo tiempo”, la mitad es masculino y la otra mitad femenino. Es una lástima que en las escuelas, ni siquiera en las “especializadas” se les enseñe a los historiadores y antropólogos”, una visión descolonizada de nuestra ancestral historia. Siguen anclados en el discurso de Hernán Cortés y Mel Gipson.